Violeta se sube a la mesa. Se me refriega en la cara y después, como si yo fuera un sillón, se acomoda en mi brazo y se echa a dormir. Cuando yo no respondo- bueno, siempre respondo- o la ignoro, vuelve al ataque y se me refriega por la cara, el cuello, todo, hasta que le doy besos, muchos besos. Cuando se cansa, se baja de la mesa, me abraza el pie y me lame la pierna. Y yo, a todo esto, que estoy tratando de hacer algo productivo, tengo que dejar de hacer lo que estoy haciendo, y agarrarla. Darle más besos, abrazarla hasta que se acomoda en mi brazo y duerme, otra vez. Así estamos toda la tarde. Ella sube y baja de la mesa. Yo la alzo. La abrazo, y Violeta, se deja abrazar.
Tengo 4 gatos, pero Violeta.
Mi madre se queja porque las dejo subir a la mesa. Bah, se queja porque ‘las dejo hacer lo que quieren’ (SIC) Ahora mismo, Violeta se interpone entre el monitor – la comodidad- y yo. Mastica un hilo de lana (?) que cuelga de un Granny Square que tejí en el 2009, y yo, sistemáticamente, le saco la lana de la boca.
No me importa. Violeta, puede hacer lo que quiera. Viví 18 años con Tammy, y me bastaron para saber que los gatos son seres sabios. Aunque, claro, necesitan de algunos cuidados. Ahora mismo, Violeta se cansó de morder lana y se acerca hasta mí para lamerme la punta de la naríz, después la cara y por último, la mano.
Mi madre se enoja porque ‘las dejo hacer lo que quieren’,
pero el problema es mucho más profundo: hacen lo que quieren conmigo.
Yo, las dejo.
3 comentarios:
se siente mullido y calentito el corazón hoy, acá.
beso grande!
Son sabios y Violeta es increíblemente dulce! Que hagan lo que quieran, se lo merecen por genios
;)
Chicas, Violeta es una dulzura total. Me llena el alma. :)
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